El exorcismo, desde que se tiene memoria, se conoce como el acto o ritual de rechazar y
expulsar una fuerza maligna, por lo general demoniaca, del interior de una persona que ha sido
poseída por dicha entidad y controlada por la misma, logrando con ello su sometimiento. Se supone
poseído aquél a quien un espíritu o demonio ha tomado como suyo, internándose en su cuerpo y
obligándolo a hacer su voluntad según su propósito, sin importar las consecuencias acarreadas,
tanto para sí mismo, como para quienes lo rodean o intentan ayudarle. Comportamientos extraños,
palabras en idiomas desconocidos, violencia, actos autodestructivos y situaciones paranormales,
hacen parte de los signos que denotan que se está frente a un posible caso de posesión y por ende,
ante la necesidad de realizar un
exorcismo
que ponga fin a la situación y libere a la víctima de su sufrimiento, expulsando aquello que la
está controlando. Este control puede llegar a ser parcial, caso en el cual la entidad utiliza
transitoriamente a su víctima para ciertos actos específicos, como lanzar una amenaza, expresarse o
simplemente dar a conocer su presencia e intenciones, o total, donde el ente maligno toma para sí
el control completo, haciendo uso del cuerpo invadido como suyo. De ahí surge la vital importancia
del
rito
en cuestión, pues es con éste que se intenta combatir dicha presencia, obligándola a liberar a su
víctima y que será tan peligroso como lo sea el poder que se intente expulsar.
La iglesia se ha mostrado permanentemente renuente al respecto y aunque, por su
historia y creencias, se ha visto obligada a dejar una puerta abierta al tema, la verdad es que ha
evitado siempre entrar en detalles y menos hacer público su conocimiento o aceptación, llegando a
ser casi un tabú dentro de sus filas y su procedimiento y reglamentación apenas conocidos por unos
pocos. Existen dos tipos de exorcismos establecidos dentro de la fe. La forma simple, en la figura
del bautismo, entendiéndose éste como el primer ritual del que participa el nuevo fiel y por medio
del cual se une a la iglesia como hijo de Dios, luego de que le es perdonado el pecado original y
purificada su alma, al tiempo que, según algunos, se impide al demonio poseerla en el futuro. El
segundo, el exorcismo solemne, el cual debe ser practicado por un eclesiástico debidamente
preparado y autorizado por la iglesia (Obispo) para ello y con el fin de expulsar, en nombre de
Jesús, a aquella entidad maligna que ha hecho presencia al interior del ahora poseído o
endemoniado. Son muchos los mitos que giran alrededor de este contexto y dados los pocos datos
veraces que se exponen sobre el tema, éste se ha moldeado siempre por las historias y habladurías y
ha encontrado transformaciones y variaciones diferentes, según las costumbres y rituales de cada
pueblo, pero lo que sí es cierto, es que el procedimiento general, aparte de diferir en detalles,
conserva su esencia sin importar el lugar o el tiempo en el que se exponga.
Existen también otros tipos de
posesiones
que requieren de un exorcismo, como lo son aquellas que recaen sobre objetos o lugares y para los
cuales ha de usarse el mismo procedimiento, llegando en ocasiones a ser casi tan graves como los
practicados sobre una persona. Se tienen noticias de artículos u objetos que contienen maldiciones
o han sido controlados por algún tipo de fuerza sobrenatural, convirtiéndose en objetos peligrosos
y en ocasiones maléficos, así como de lugares que presentan situaciones paranormales en su
interior, fruto de la presencia de espíritus o simplemente de sus antiguos habitantes que se niegan
a abandonarlos, por lo que la única solución es la de realizar un proceso de expulsión de dichas
fuerzas y limpiar con ello su ambiente y hacerlos habitables y seguros nuevamente. Antiguas casas,
cárceles, hospitales o sanatorios abandonados, así como lugares con historias sórdidas y oscuras o
simplemente emplazamientos desolados y abandonados, se conocen como los más propensos a presentar
este tipo de fenómenos.
En conclusión y en el mayor de los casos, el exorcismo se trata de un ritual de
tintes religiosos, celebrado prácticamente en todas las culturas alrededor del mundo, sin importar
sus creencias o costumbres, así como sus demonios o espíritus particulares y que ha sido utilizado
a lo largo de la historia sin variar apenas su propósito y con el cual se busca combatir las malas
fuerzas, alejando con ello la mala energía y la maldad de donde quiera que haga falta. |