El exorcismo en el judaísmo es el acto o ritual de rechazar y expulsar del cuerpo de una persona,
de un objeto o lugar, a un ente o fuerza, por lo general maligna, que lo ha ocupado como suyo y lo
utiliza como herramienta para llevar a cabo su propósito. Éste se origina como una única línea de
defensa, que busca librar al poseído de esa presencia no deseada, liberándolo de su sufrimiento y
permitiéndole retomar nuevamente el control de sí mismo o el mandato de aquello sobre lo que
hubiese recaído la invasión.
El concepto de posesión está ampliamente esparcido en todas las culturas y por
ello, además del diablo, los demonios y demás creencias acerca de seres malignos que rondan por
allí amenazantes, el folclore judío presenta su propio personaje dedicado especialmente a
ello. El Dybbuk, espíritu perverso capaz de poseer otras criaturas y que amenaza con invadir
y habitar en los cuerpos de sus víctimas, y así tener una segunda oportunidad de cumplir con
aquello que no logró en vida y por lo cual terminó convertido en un alma en pena.
En relación al Judaísmo y sus costumbres, el
exorcismo
es visto, además de como un medio para alejar estas fuerzas malignas, como una forma de sanación,
que recae tanto sobre el poseído, como sobre el poseedor, ayudando con ello a ambas partes. Solo
mentes expertas y manos idóneas pueden realizar este procedimiento y dada la gravedad de la
situación en la cual se desarrolla, consistirá siempre en personal capacitado y designado según la
religión que reine en el lugar donde se necesite llevar a cabo y en este caso, no será otro que un
rabino, el cual deberá dominar previamente la práctica de la cábala, método esotérico ampliamente
utilizado en el Judaísmo como medio de conexión con lo que no se puede explicar o aquello ajeno al
entendimiento. Es en ella que se reúnen todas las tradiciones místicas judías que han ido
acumulándose a lo largo de la historia y es por ello que se conforma como elemento de gran
importancia a la hora de llevar a cabo rituales de este tipo, donde pueden llegar a presentarse
situaciones que escapen de toda lógica natural o científica. Junto a éste, también estará presente
un «minián», entendiéndose como un grupo de diez hombres adultos, que harán las veces del
quórum establecido y requerido para ciertas obligaciones religiosas, rodeando a la víctima y
prestando el servicio de oración durante el procedimiento. El grupo recitará el Salmo 91 tres
veces, antes que el rabino toque el «shofar», importante cuerno de carnero, utilizado
igualmente en múltiples celebraciones religiosas.
En cuanto a los detalles particulares del rito del
exorcismo judío,
la violencia, las palabras fuera de lugar, los extraños idiomas y eventos sobrenaturales que se
atribuyen a la persona exorcizada y su poseedor durante el trance de liberación, se antojan iguales
que en cualquiera de las religiones, diferenciándose solamente en sus detalles, quien ha de
practicarla y el modo de llevarla a cabo, lo que nos muestra que en el fondo, un exorcismo, sin
importar sus características, será siempre un exorcismo y su propósito uno solo y consabido.
Liberar al poseído. |