Se conoce como exorcismo, sin lugar a dudas, al acto o ritual de rechazar y expulsar un ente o
fuerza, por lo general maligna, del interior de una persona que ha sido invadida y controlada por
la misma, logrando con ello su sometimiento y produciéndole infinitos sufrimientos. Muchos
islámicos creen en la existencia del diablo, a quien nombran como «Iblis» o
«Shaitan», que cuenta con el poder de influir en las personas, inclinándolas hacia el mal y
ofreciéndoles pensamientos malvados por medio de susurros, conocidos como «Waswas», con la
intención de que influyan en sus vidas y los alejen del buen camino, acostumbrándolos poco a poco a
su cercanía. Los «Jinn» o «genios» también gozan de una posición importante dentro de esta
cultura, que los considera como criaturas sobrenaturales, que habitan en un mundo invisible más
allá del nuestro, aunque son capaces de relacionarse con éste, ya sea con personas u objetos, y
hacen parte de una de las tres sapientes creaciones de Dios, junto a los ángeles y los propios
humanos. La teología islámica cree que estas criaturas son de libre albedrío, estando posibilitados
para elegir el camino a seguir, siendo benevolentes, neutrales o malignas. Existen facciones que
aseguran que cada persona tiene su propio Jinn, pero esta creencia no es compartida por la
totalidad del mundo islámico, por lo que no se trata de una teoría generalizada y aceptada
plenamente. Según rezan sus creencias, Iblis, desobedeció los dictámenes de Allah, al negarse a
ponerse de rodillas frente a Adán, cuando éste les ordenó a los ángeles y genios hacerlo, por lo
que fue castigado y desterrado, convirtiéndose en Shaytan o lo que hoy se conoce como el
demonio.
Tanto los susurros de Iblis, como las actuaciones malvadas de los Jinn, que
pueden llegar a tomar y poseer una persona, así como la brujería, el mal de ojo y otros tantos
males que rondan el mundo, deben ser atendidos por medio de un
exorcismo
y limpiar con ello a quienes sufren tales desgracias. Para el pueblo islámico, este procedimiento
se conoce como «ruqya» y se utiliza, además de combatir demonios y luchar contra la
brujería, para reparar los daños causados por estos o cualquier otro mal que aqueje a las personas.
La creencia generalizada, es que el Ragí, curandero que practica el ruqya o exorcismo islámico,
está capacitado para llevar su ciencia más allá de lo paranormal, la expulsión de lo maligno y
demoniaco, los hechizos y maldiciones, y utilizarla incluso para curar enfermedades mortales a las
cuales la ciencia no es capaz de enfrentarse y en las cuales no está en capacidad de intervenir o
simplemente no tiene aún la solución. Para algunos incluso ha llegado a establecerse como una rama
de las medicinas alternativas, llegando a practicarla continuamente.
Sus características, como lo son la resistencia, el comportamiento violento, las
palabras en lenguas extrañas y en ocasiones obscenas, los movimientos antinaturales y las
situaciones paranormales, son comunes a las de un
exorcismo cristiano,
así como su procedimiento, bastante similar, respetando por supuesto las diferencias entre
religiones y adoptando para ello sus ajustadas particularidades y costumbres, así como sus propias
oraciones tomadas del Corán y con las cuales se busca glorificar a Allah e implorar su ayuda, en
manos del Ragí, que usa guantes blancos como distinción más prominente al enfrentarse a sus
enemigos. |